Paternidad en crisis ¿Qué hacer?

Padre distraído con el móvil mientras su hijo pequeño intenta llamar su atención.

La paternidad está en crisis.  La queja más frecuente de las mujeres que llegan a mi consulta es clara: se sienten solas, aun teniendo pareja y deseando compartir la crianza. 

En otro artículo hablé de la crisis de la maternidad y destaqué que no se trata de culpar a los hombres. Sin embargo, también señalé que tienen un rol fundamental en la familia. Por eso, aquí profundizo en esta problemática y comparto ideas concretas para empezar a mejorar la situación.

De qué se quejan las madres: el padre

En mi consulta escucho a menudo:

* Que todo recae sobre la madre porque los niños solo piden a ella  y, en el mejor de los casos, ella termina siendo un intermediario.

* Que los padres tienen menos paciencia y la madre tiene que intervenir para poder sostener una crianza sin gritos ni violencia.

* Que los niños vuelven a la madre porque el padre no los mira o no los escucha.

* Que los padres pasan demasiado tiempo con pantallas delante de los niños y eso se convierte en un modelo.

* Que no dan buen ejemplo en la alimentación.

* Que usan su tiempo libre sin consultar si la madre puede quedarse sola con los niños, porque no «quieren pedir permiso».

 

El reclamo general es claro: los padres muchas veces pueden seguir más con su vida que las madres. Les cuesta más hacer los sacrificios que ellas hacen de manera automática.

Claro que este es el reclamo superficial y luego hay que analizar el caso a caso y ver cuestiones inconscientes que se puedan estar poniendo en juego. Sin embargo, este reclamo es general.

¿Por qué la paternidad está en crisis?

La crisis actual de la paternidad, no puede entenderse sin mirar tanto a las mujeres como a los hombres en sociedad:

En las mujeres:

  • El embarazo, el parto y la oxitocina facilitan un vínculo temprano y un compromiso gradual con la maternidad. La mujer suele tomar consciencia antes de los sacrificios que pueden estar implicados.

  • Durante años han tenido un modelo de mujeres que se hacían cargo del hogar y la crianza.

  • Han estado más habilitadas a conectar con lo emocional, la sensibilidad y el autoconocimiento y en consecuencia la mujer suele ser quien más «trabajada» está.

  • Por su lugar en “segundo plano”, se vieron forzadas a trabajarse más y a prepararse para sostener.

En los hombres:

  • Históricamente ocuparon un rol principal y priorizaron su tiempo y deseos.

  • Biológicamente no atraviesan embarazo ni parto, por lo que su vínculo requiere un mayor acto de voluntad para implicarse y alcanzar niveles de oxitocina cercanos a los que segrega la madre.

  • Estuvieron privados de la ternura, la sensibilidad y lo emocional en su crianza.

  • Carecen de referentes masculinos que hayan ejercido la paternidad activa y las tareas del hogar.

 
Por supuesto que hay más diferencias aún entre hombres y mujeres.
Con esto no justifico nada, simplemente intento aportar comprensión. Estos sesgos de género de ninguna manera deben aceptarse como una justificación. Pero comprender siempre es necesario para tener compasión, porque solo desde allí se pueden realizar cambios, y no, desde el ataque.

¿Qué podemos hacer para mejorar la crisis de la paternidad?

 El verdadero desafío es construir corresponsabilidad: en casa, en pareja y como sociedad.

¿Qué podemos hacer los padres?

Tienen el mayor trabajo en este desafío.

Primero recomendaría que estén dispuestos a revisarse y aprender. 

Muchos hombres se sienten “controlados” por sus mujeres a la hora de criar. 

En este artículo puedes leer las razones biológicas por las cuales la madre, en general, se convierte en una experta de los niños (y aún hay más). Aprovéchalo en lugar de rechazarlo: deja que te explique todo lo que descubrió sobre vuestro bebé, ella lo llevó dentro y probablemente pasa más horas que tú con él. Si luego encuentras una manera que te va mejor, díselo con amabilidad, pero dale la oportunidad de explicarte primero. La madre biológicamente es una leona defendiendo a su cría.

Permite que la mujer te enseñe, sí, que te enseñe. No por eso serás menos hombre. Aprende de su sensibilidad, la vas a necesitar para vincularte con tus hijos.

Lee, infórmate, no dejes que solo ella haga los cursos de crianza. No da igual cómo críes a tus hijos. Lee sobre el embarazo y el posparto para estar preparado. Ella tiene la panza, pero tú la sostienes a ella. Tu función es muy importante.

Haz terapia. No da igual que tus hijos tengan un papá consciente y trabajado a que no lo tengan. Ve a grupos de hombres, grupos de crianza, etc.

Pregúntale a tu mujer cómo está, de verdad. Que te cuente cómo se siente, qué necesita, qué puedes hacer tú para que se sienta más acompañada en este proceso.  Se su apoyo emocional. 

“Dale permisos”: a los hombres no les suele gustar que la mujer les dé el ok para quedar con sus amigos, pero las mujeres lo suelen necesitar. Porque tienden a exigirse más y a sentir culpa por dejar a los hijos. Así que díselo tú: que se tome la tarde, que quede con sus amigas, que la apoyas sin quejas.

Asume rutinas fijas: las que puedas, las que te salgan mejor. Baño, comidas, dormirlos, llevarlos al cole, las tareas, los cumpleaños, etc. 

No es “ayudar”, es ser corresponsable.

  • Estar presentes sin pantallas: el ritmo de hoy nos cuesta a todos, la ansiedad y la desconexión son generalizadas. Pero estás criando: es probablemente la tarea más importante que tendrás. Aprovéchala, Instagram puede esperar. El vínculo con tus hijos se construye con conexión y presencia plena. Si no logras administrar tus tiempos, pide ayuda profesional.

  • Haz actividades a solas con tus hijos: que la madre no esté presente te hará más fácil la vinculación, por la escala de apegos de la que hablé en el otro artículo.

  • Confía: no te quiere dominar, solo quiere que sus hijos estén bien. No es en tu contra, es a favor de tus hijos. 

Si te sientes muy lejos de poder hacer estas cosas, pide ayuda profesional. Todo esto se puede lograr.

¿Qué podemos hacer las madres?

Las madres podemos básicamente soltar y apoyarnos

  • Dar espacio al padre y aceptar lo diferente: aunque el niño llore o no lo haga “como tú”, si no le das espacio para probar y equivocarse, no podrá aprender. Si te cuesta estar presente sin intervenir, sal un rato de casa y aprovecha para tener un momento para ti. Ese tiempo será saludable para todos.

  • Compartir tareas sin quedarte en la queja: si tu pareja no ve lo que falta hacer, muéstraselo. Lo ideal de que “lo vea solo” no existe; lo importante es que lo haga. Acepta que lo haga a su manera y lo que no quieras aceptar, hazlo tú o, si puedes, délégalo en otra persona. Pero no te rindas, porque la impotencia es una bomba a punto de explotar.

  • Priorízate: dejarte siempre para el final es pan para hoy y hambre para mañana. Haz lo mejor que puedas sin romperte en sacrificios que después no sirven de nada. Si necesitas dormir, acuerda turnos con tu pareja. No pasa nada si un día no duermes tú al niño; al contrario, al día siguiente tendrá una madre más calmada y disponible.

  • Pide ayuda: toda esta complejidad no se resuelve sola. La terapia no tiene por qué ser eterna, y cuanto antes empieces, menos te costará mejorar. Crea tu red de apoyo —amigas, familia, grupos— y no te aísles.

  • Habla mucho: exprésale a tu pareja qué sientes y qué necesitas, pero habla desde ti, no contra él. Dile lo que puede hacer para que estés mejor. No le pides un favor: estás haciendo equipo.

  • Confía: recuerda que el problema es estructural, la mayoría de los hombres atraviesan dificultades similares. No se trata de tu marido contra ti. Por algo lo elegiste para formar una familia. Si todo el tiempo lo miras como un vago o como alguien que quiere sacar ventaja, será difícil construir.

Jugar en equipo

Esto va para los dos: lo que más suele costar a las parejas es entender que son un equipo y no rivales. Siempre digo en consulta: recuerden por qué se eligieron y jueguen a favor del otro. Apóyense y compartan esfuerzos, en lugar de competir.

Algunas ideas para llevarlo a cabo:

  • Calendario compartido: organicen un calendario donde cada uno tenga algunas horas a la semana de “libertad” y esparcimiento. Momentos para no estar con los niños y hacer algo que les haga bien. Otras horas para estar juntos y otras en familia. Apóyense para que cada uno tenga su espacio.

  • División de tareas: hagan equipo como si estuvieran en el trabajo, con el objetivo de que el día a día en casa sea agradable y el otro esté feliz. ¿Qué puede aportar cada uno? ¿Qué les sale mejor? ¿Qué tarea odias? Esa la puede tomar el otro. Importante: no busquen el 50/50 exacto, busquen que se sienta justo. Los hombres tienden a hacer tareas más largas pero esporádicas; las mujeres, tareas más pequeñas y rutinarias. No importa que no sean iguales, lo importante es que ambos estén a gusto y que perciban el trato como equitativo.

  • Flexibilicen: a veces los acuerdos hay que modificarlos por situaciones puntuales. Eso no significa abuso. Confíen en el otro.

  • Construyan unidad: cuando nace un bebé es común que las familias de origen quieran transmitir su cultura y sus formas. Esto puede sentirse invasivo. Aprendan a tener intimidad familiar, a poner límites y a crear su propia manera de ser familia. Los demás ya tuvieron su oportunidad.

  • Cita de crianza: tengan una hora a la semana para hablar sobre cómo están criando. Si hay dudas, si algo incomoda, si no saben cómo gestionarlo: pregúntense, escúchense, compartan. Puede ser también el momento de traer información nueva y reflexionar sobre el impacto en los niños.

  • Cubran al otro en momentos de desborde: si ves que tu pareja no puede más, cúbrela/o. Recuerden: trabajan en equipo.

Conclusión

La salud mental materna no mejora culpando al padre. Mejora cuando hay corresponsabilidad, apoyo y un enfoque sistémico.

 

La maternidad en soledad no es sostenible. La crianza en equipo sí lo es.

Si sientes que necesitas un espacio de ayuda en esta etapa, puedes pedir tu primera cita conmigo online o presencial.

¡Dale la vuelta!

 

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