Cómo hacer un ritual tras una pérdida gestacional para integrar y cerrar el duelo

Cuando se habla de pérdida gestacional, muchas veces se pone el foco en lo físico, en el cuerpo, en la parte médica. Pero lo emocional y lo simbólico suelen quedar en un segundo plano. Y sin embargo, es ahí donde más duele.
Un ritual de reconocimiento no es una ceremonia solemne ni algo esotérico. Es simplemente una forma de dar lugar a lo que ocurrió, de reconocer lo que se sintió, y de cerrar con sentido un proceso que, muchas veces, queda abierto.
En la consulta, muchas mujeres me dicen lo mismo: “Me da miedo olvidarlo” o «Por qué me tuvo que pasar a mi». Un ritual no viene a reemplazar el dolor, sino a darle forma. A poner palabras, tiempo y espacio a algo que muchas veces se vive en silencio.
¿Para qué sirve un ritual al transitar el duelo gestacional?
Porque lo que no se nombra, no se procesa. Y lo que no se procesa, se queda ahí, ocupando un lugar que podría estar disponible para lo nuevo.
Estas son algunas de las razones por las que un ritual puede ayudarte:
Porque te permite reconocer el vínculo, aunque el embarazo no haya llegado a término. Esto honrará ese ser que no pudo nacer y todo el proceso que has vivido.
Porque ayuda a dar un cierre emocional. Esto te permitirá sanar pero también prepararte para un futuro embarazo, liberando al siguiente bebé de cargas que no le pertenecen.
Porque da sentido al dolor y al mismo tiempo abre espacio para lo que vendrá.
Porque es una forma de integrar a ese bebé como parte de tu historia, y también de tu linaje.
Un ejemplo de ritual: escribir una carta
No necesitas un lugar especial ni una ceremonia perfecta. A veces, solo basta con un papel, un bolígrafo y un rato a solas.
Te propongo este ejemplo de ritual, que puede ayudarte a poner en palabras lo que viviste y lo que sientes:
Busca un momento tranquilo, sin interrupciones.
Escribe una carta a ese bebé que no llegó a nacer. Puedes empezar contándole cómo te sentiste al saber que estabas embarazada, qué esperabas, cómo imaginabas su llegada.
Nombra las emociones que te ha traído la pérdida: tristeza, rabia, culpa, amor. Todo lo que sea real para ti.
Si lo sientes, dale un nombre. No tiene que ser un nombre definitivo ni formal. Puede ser simbólico. El que sientas.
Escribe por qué fue importante para ti. Qué te enseñó, qué despertó en ti, qué lugar tiene en tu historia.
Y finalmente, dile que lo reconoces como parte de tu vida. Como parte de tu familia. Como un miembro más en tu cadena generacional.
Puedes leer la carta en voz alta, guardarla, romperla o enterrarla en una maceta. Lo importante no es el cómo, sino el sentido que tenga para ti.
Si quieres que te acompañe en este proceso, escríbeme.
Sígueme para más contenido.