¿Existe un destino?

Comparto en este artículo algunas reflexiones sobre la existencia del destino y la influencia de nuestros actos en él.
Son aprendizajes a los que he arribado a lo largo de mi vida, algunos con dolor y otros con grata sorpresa.
¿Existe el destino o somos las creadoras de él?
Existe el destino
En el caso de que sí exista, ¿Es igual lo que hagamos, porque sucederá lo que tenga que suceder?
¿Somos los creadores de nuestro destino?
Hoy creo que la respuesta a estas preguntas es: ni sí, ni no. En el medio está la clave. Esto desarrollo en este artículo.
Creando el destino
Cuando somos jóvenes, parece que todo se trata de hacer. Hay que llegar a algún lugar. Tenemos que tomar decisiones, escoger, construirnos, con suerte, a nuestro gusto. Hay planes, pasos a dar y expectativas. Creemos que haremos grandes cosas, que estamos para mucho, que somos fuertes, que podemos con todo. Como algunos dicen, creemos que nos comeremos el mundo. Salimos a la vida a por todo.
Estamos en un estado donde nuestro ego es muy grande y pareciera ser que así lo necesitamos. El ego nos impulsa a estar motivadas, nos da la fuerza para comenzar el camino.
La vida es la que manda: el destino
A medida que vamos creciendo, nos vamos dando algunos golpes. Nos vamos chocando con la realidad. Aparecen las grandes frustraciones y en el mejor de los casos, vamos aprendiendo de esto. Nos vamos dando cuenta de cómo funcionan las cosas. Nuestro ego se va achicando, hasta puede parecer que nosotras mismas nos vamos desarmando o debilitando. Algunas se desmotivan y dejan de intentarlo, otras siguen intentándolo con tozudez.
De a poco y a veces con bronca o desilusión, vamos comprendiendo que la vida decide y nos lleva bastante por dónde quiere. El poder no lo tenemos nosotras, al menos no, de una manera tan literal.
Esto se ve representado en una frase que escuchamos muy frecuentemente: no podemos decidir lo que nos pasa pero sí, qué actitud tomar ante ello.
Demostraré a qué me refiero con una metáfora.
Aceptar las olas para dar forma al destino
Si alguna vez has intentado practicar paddle surf, sabrás que al principio te sueles caer mucho. Tal vez te quedes con dolor de cintura o contracturada, pues al inicio tomamos una postura rígida y creemos que tenemos que controlarlo todo. Sin ser conscientes de eso, creemos que tenemos que controlar la tabla pero también las olas, el mar, el viento. Intentas hacer fuerza para no caerte cuando el mar te mueve. Hay una lucha, una resistencia.
Luego de un poco de práctica y tal vez con un buen maestro, te das cuenta de que para no caer, o para disfrutar del paseo, la clave está en aceptar las olas. No en querer cambiar al mar. La clave está en tomar al mar como viene y adaptarte a eso.
Sin embargo, para esto, es necesario que tú decidas subirte a la tabla. Eres tú la que decide levantarse cada vez que te caes. Es necesaria tu fuerza de voluntad para no caer cuando viene la ola.
Inevitablemente, el mar, es el que decide cómo moverse. Algunas veces podrá darte un mar calmo y sereno, en el que puedas desplazarte sin esfuerzo y puedas llegar de una manera agradable a donde deseas. Y otras te dará tempestades donde te caerás, te harás daño y tendrás que volver a levantarte.
Pero, nuevamente, tú decides. Depende de ti ponerte de pie, mover el remo hacia un lado o hacia otro. Serás tú la que decida si forzar ese remo hacia un lado distinto a la corriente y quedar agotada y sin fuerzas. Serás tú la que decida descubrir a dónde te llevan las olas.
La vida es más grande que nosotras mismas
Retomando el comienzo del artículo, con el paso del tiempo nos damos cuenta de que la vida es mucho más grande que nosotras mismas. Que tiene su propia “voluntad”. Que muchas veces decide por nosotras y no podemos cambiar lo que decide. Esta voluntad a veces nos da momentos de felicidad y a veces de tristeza y dolor.
Esto no significa que nos resignemos ante lo que sucede, que perdamos la fuerza o la motivación. Nuestra presencia en este camino, sí es necesaria.
Veo el camino como una danza con el mar, una danza con la vida.
Y es por esta danza justamente, que no somos nosotras las dueñas de nuestros logros y de nuestros fracasos. Como dice Ravi Shankar, “Tu no eres el hacedor”.
El destino y nuestra creación se unen
Ante este descubrimiento, donde nos vemos pequeñas o insignificantes, tal vez, podemos desmotivarnos. Algunas podemos deprimirnos, podemos negarlo o podemos aceptarlo y recibirlo con alegría.
Hay en este hecho una ganancia preciosa. Porque resulta que esta realidad, nos fortalece, nos acerca a nuestro deseo. Porque al final eso sí, que es lo único que podemos “decidir”. Aceptarlo nos permite disfrutar de la sorpresa constante que representa vivir. Como si fuéramos una niña curiosa que se deja sorprender por la realidad que le rodea.
“Debemos estar deseosos de deshacernos de la vida que planeamos, a fin de tener la vida que nos espera”
Joseph Campbell
Creo, que a medida que nuestro ego se achica, nuestro ser encuentra espacio. Nos integramos más, dejamos de controlar, fluimos y estamos más en el presente. Tenemos menos expectativas, nos apegamos menos y en consecuencia sufrimos menos.
Entender la vida como una danza, es un alivio. Ver que no hay nada que controlar y que no tiene sentido hacerlo, nos quita un peso de encima, nos libera.
“No necesitas hacerlo todo. El deseo que te saca a bailar te va a encontrar en el medio del camino. Aceptar la invitación es iniciar la preparación”.
Planejamento Selvagem
Comparto algunas prácticas que me han servido para aceptar la vida tal cual es, sin perderme en el camino.
- Estar atenta a lo que sucede. Escuchar qué me quiere decir la vida con cada suceso. Buscar un motivo, reflexionar. ¿Para qué sucede lo que sucede? ¿Qué puedo aprovechar de esto? ¿Qué puedo aprender y para qué me viene bien? ¿Por qué sufro por lo que sucede?
Si sufro, hay algo de mi ego aquí. Algo que puedo aprender para estar más cerca de mi ser.
- Darme el tiempo. Para buscar el significado de lo que sucede, como planteo en el punto de arriba. Buscar la calma, tener paciencia y darle un espacio, sin prisas. Esperar la claridad y luego si, decidir qué actitud tomar. Observando el hecho y mirándolo con buenos ojos. Agradeciendo que haya sucedido porque seguro hay algo que nos está enseñando.
Cuanto más hacemos este ejercicio, más rápido aceptamos lo que viene. Así logramos vivir sin dolor y vamos acumulando experiencias donde simplemente somos y nos acomodamos a lo que sucede pero con nuestro deseo encendido.
Es una especie de aikido. Utilizamos la energía de lo que sucede, para seguir fluyendo hacia nuestro ser.
Si quieres profundizar en este aprendizaje, te acompaño!
Si quieres leer más sobre el aikido te dejo un artículo sobre aikido mental.