En este artículo encaro el hecho de que la maternidad no es color de rosa, desde mi propia experiencia. Comparto algunas reflexiones personales sobre la verdad de la maternidad.
La maternidad me ha resultado una experiencia extremadamente ambivalente. Por un lado la magia de un amor tan inexplicable, intenso e infinito. Pero por el otro, en ocasiones ese mismo amor llega a doler. Duele cuando sientes que te desarmas ante su dolor, cuando sientes que amar tanto te vuelve tan vulnerable como nunca creíste haber sido.
Las experiencias de la maternidad siguieron para mí, este mismo patrón en cada etapa. Amamantar me ha resultado una experiencia de conexión total, tan natural, tan animal, pero a la vez, he lidiado con la frustración y la culpa de no poder hacerlo bien. Sentía que era mi única tarea y sin embargo fallaba. El dolor de mi cuerpo, tratando de soportarlo para lograr el objetivo, la exigencia; y ni hablar de los comentarios de los demás. Todos de repente sabían amamantar, hasta los hombres!
¡El primer mes!! eso sí que fue una sorpresa. Pero de las malas jaja (ahora me río).
La incertidumbre del primer mes me resultó desesperante. “No hay dos días en que se comporte de la misma manera». «No se como encontrar una rutina que se pueda mantener». ¿Esto va a ser así toda la vida?”.
Esto pensaba y me hubiera venido muy bien que alguien me jurara que no. O que me dijera que le pasaba lo mismo, que era normal sentir eso.
Este mes también tiene de especial que el bebé es un recién nacido y esto tiene sus riesgos. Este miedo a la muerte súbita nos obliga a dormir (las escasas horas que se puede), con miedo a quedarnos dormidas (¡qué paradoja!) y que si deja de respirar no nos demos cuenta. También nos da miedo quedarnos dormidas cuando amamantamos, porque se nos puede caer. Fíjense que no hablamos de que se nos queme la comida en el horno, hablamos de que el bebé se pueda morir (tranquila, esto no depende de nosotras). Pero en ese momento, no lo sabía.
¡Hermoso el primer mes eh! Tan color de rosa como lo esperábamos…
Y así podría seguir enumerando situaciones…
Sinceramente, yo estaba indignada. Ninguna de mis amigas, que habían sido madres mucho antes que yo, me había contado estas cosas.
Ahora entiendo por qué. Es que la naturaleza es tan sabia, que con el tiempo nos vamos olvidando de lo malo y va tomando fuerza lo bueno. Supongo que para que repitamos porque sino se terminaría la especie. En mi caso, me he dejado algunos audios que yo misma hice, en favoritos, para recordar =)
Los primeros meses fueron los más duros, los miedos, el sentir que no sabía nada y todo bajo un estado hormonal que me sacudía de un lado al otro. Sentí que la responsabilidad y el trabajo eran demasiado grandes. Que ya no tenía escapatoria. Mi vida había cambiado para siempre y no tenía marcha atrás.
Quiero aclarar que amo a mi hijo. Definitivamente es lo mejor que me ha pasado y estoy profundamente agradecida a la vida por haberme dado la oportunidad de ser su mamá. No estoy arrepentida, al contario, la maternidad me ha dado la mayor felicidad, pero tiene un lado B. Y en este artículo hablo sobre eso.
Cuento todo esto como evidencia de algo que sé que a muchas les ocurre y que no tienen con quien compartir, sentirse comprendidas y aliviadas. A mi sentir esto me daba mucha culpa en su momento
La incertidumbre, la ambivalencia y el no saber qué hacer, nos acompañan durante toda la maternidad.
También el ir poniendo en su lugar todo el tiempo a la culpa. Culpa si lo estamos haciendo mal, culpa si quedamos con amigas y un largo etcétera de culpas.
Y ni hablar de miedos.
Antes de ser madre creía que tenia miedo de algunas cosas, como de morir por ejemplo. Luego de ser madre aprendí realmente lo que es temer.
Me di cuenta de que antes era desapegada. El apego que siento por mi hijo es uno de los mayores desafíos para mi en este momento. Poder soltar de a poco y aceptar que hará su camino y que eso implicará riesgos, realmente es una tarea difícil.
La maternidad es un proceso que nos obliga a evolucionar, y aceptar esto, es el primer paso para disfrutarla.
A medida que los niños crecen se van sumando nuevos desafíos.
La crianza, con sus dificultades, sus errores, sus miedos y sus traumas. El niño ahora habla, opina, se queja y discute. Ya no es ponerlo en un cochecito y que se duerma.
Aquí te dejo unos artículos que te pueden interesar si estás en ese período.
La maternidad lo transforma todo. Los roles en el hogar, la distribución de tareas con la pareja. Ponernos de acuerdo para criar. El espacio de la pareja, el encuentro. El reencuentro con la mujer y con tu propio cuerpo.
En fin, la maternidad siempre quiere más de ti, así que tendrás que ir adaptándote y reinventándote a medida que tus hijos crezcan.
Lo bueno es que no te aburres nunca jaja.
El día en que nos convertimos en madres, haya sido más o menos fácil, más o menos traumático, más o menos acompañadas, ese día las mujeres nos hemos transformado para siempre.
No solo han cambiado nuestros hábitos, nuestras rutinas, el cambio nos ha atravesado en todos los sentidos.
Esta transformación no es fácil de transitar. No es precisamente “color de rosa” y por eso, creo que en «compensación», hay cosas que solo nosotras podemos sentir y disfrutar.
En la terapia de Biodescodificación, suelo hacer un ejercicio donde la consultante tiene que escoger el momento más feliz de su vida.
Hasta el momento, casi todas las mujeres que me consultaron que ya son madres, han escogido el momento del parto de su primer/primera hija.
Este ejercicio se hace en un estado de relajación profunda que permite que no estemos con una actitud tan “racional”, sinó más bien conectadas a lo que sentimos.
Muchas de estas mujeres se sorprenden de haber escogido esa escena de sus vidas como la más feliz.
Agradezco a la maternidad haberme ayudado a recuperar el presente, la curiosidad de descubrir la vida nuevamente y sorprenderme con sus pequeñas maravillas.
Así como este artículo nos permite reflexionar sobre lo difícil de la maternidad, te invito a que en cada etapa reflexiones: ¿Qué cosas le agradeces a la maternidad?
Si quieres transitar este camino acompañada, escríbeme!
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