Los tres cerebros: cómo evolucionaron y por qué a veces nos hacen sufrir

¿Por qué reaccionamos impulsivamente ante ciertas situaciones? ¿Por qué nos cuesta controlar nuestras emociones o dejar de darle vueltas a un problema? Estas respuestas tienen su origen en la evolución de nuestro cerebro.
A lo largo de millones de años, hemos desarrollado un cerebro compuesto por tres capas principales, cada una con funciones específicas: el cerebro reptiliano, el sistema límbico y la corteza prefrontal. El problema es que, aunque hemos evolucionado, estas partes de nuestro cerebro no siempre trabajan en armonía, y eso puede generar conflictos internos que afectan nuestra vida.
Los tres cerebros y sus funciones
El neurocientífico Paul MacLean propuso la teoría del cerebro triuno, según la cual el cerebro humano tiene tres niveles que reflejan diferentes etapas de la evolución:
- Cerebro reptiliano: Es la parte más antigua y primitiva del cerebro. Se encarga de la supervivencia y las funciones básicas como la respiración, el ritmo cardíaco y las respuestas automáticas de lucha, huida o parálisis.
- Sistema límbico: Es el cerebro emocional. Regula nuestras emociones, la memoria y los instintos de apego y pertenencia.
- Corteza prefrontal: Es la parte más moderna del cerebro, responsable del pensamiento racional, la planificación, la autorregulación y la toma de decisiones. Se encarga de hacer proyecciones a futuro con imágenes mentales.
Cómo interactúan estos tres cerebros
Estos tres niveles no funcionan de manera aislada, sino que interactúan constantemente. En una situación ideal, la corteza prefrontal debería regular las emociones del sistema límbico y evitar que el cerebro reptiliano tome decisiones impulsivas.
Pero cuando estamos bajo estrés o amenaza, el cerebro reptiliano y el sistema límbico pueden tomar el control, anulando la capacidad racional de la corteza prefrontal.
Ejemplo en la vida cotidiana:
- Antes: Si un depredador aparecía, el cerebro reptiliano activaba el instinto de huida sin esperar a que la corteza prefrontal analizara la situación. Pasado el incidente, el depredador continuaba con su vida normalmente.
- Hoy: Si alguien nos critica o sentimos rechazo, el sistema límbico y el cerebro reptiliano pueden reaccionar como si nuestra vida estuviera en peligro, generando ansiedad, ira o parálisis. Además, estamos todo el tiempo esperando lo peor en cualquier nuevo contacto social, porque nuestro cerebro nuevo nos previene de que vuelva a pasar.
Cuando el cerebro primitivo toma el control, podemos sentir que no tenemos dominio sobre nuestras emociones.
Consecuencias de la relación entre los tres cerebros
El hecho de que el cerebro viejo siga reaccionando como lo hacía cuando los riesgos eran mayores y de que el cerebro nuevo saque conclusiones sobre esa información; nos pone en una situación complicada de gestionar.
Cuando estas partes del cerebro no trabajan en equilibrio, es común sentirse atrapada en patrones de ansiedad, autocrítica o desmotivación.
Cómo entrenar la comunicación entre los tres cerebros
El objetivo no es eliminar ninguna de estas partes del cerebro, sino aprender a integrarlas de manera saludable. Aquí hay algunas estrategias para mejorar la comunicación entre ellas:
Regular el cerebro reptiliano con el cuerpo
- Practicar respiración profunda o ejercicios de relajación
- Realizar actividad física para liberar la tensión acumulada
- Evitar la sobreestimulación del sistema de amenaza (por ejemplo, reduciendo la exposición a noticias negativas)
Equilibrar el sistema límbico con la autorregulación emocional
- Identificar y nombrar las emociones en lugar de reprimirlas
- Escribir un diario emocional para tomar conciencia de los patrones de reacción
- Usar técnicas como mindfulness para aprender a observar las emociones sin reaccionar impulsivamente
Fortalecer la corteza prefrontal para mejorar la toma de decisiones
- Practicar la pausa antes de reaccionar en situaciones de estrés
- Reflexionar sobre las experiencias desde la comprensión en lugar de la autocrítica
- Enfocarse en soluciones en lugar de quedarse atrapada en la rumiación mental
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