¿Qué significa que se acabó el cerebro-centrismo?

La era del cerebrocentrismo ha llegado a su fin. Hoy, la neurociencia cognitiva ha cambiado su enfoque y abarca el sistema mente-cuerpo en su totalidad, marcando el nacimiento de la neurociencia interoceptiva. Este cambio de nombre reconoce que el cerebro no opera de manera aislada, sino en constante interacción con el cuerpo. Ahora, sabemos que nuestras emociones, percepciones y pensamientos están influenciados por el funcionamiento de nuestros órganos, y esta integración redefine nuestra comprensión del bienestar.
La revolución de la neurociencia interoceptiva
Hasta hace poco, el cerebro era visto como el centro absoluto de nuestras funciones y emociones. La neurociencia cognitiva dividía el cerebro en regiones específicas, cada una con una función asignada, y explicaba la percepción del mundo desde una perspectiva cerebral, considerando solo estímulos externos (exterocepción). Según este paradigma, lo que ocurría fuera de nosotros tenía un impacto directo en el cerebro (se activa o no se activa), mientras que las señales internas del cuerpo eran prácticamente ignoradas. Hasta el punto de creer que cuando dormíamos o no había estímulo externo, el cerebro se apagaga. Nada más lejos de la realidad.
La nueva visión: el cerebro y los órganos en diálogo constante
Con el cambio hacia la neurociencia interoceptiva, vemos al cerebro como una red donde todas sus «partes» interactúan, comparten y participan de todas las funciones. Aunque alguna zona siga teniendo mayor protagonismo, ya sabemos que no hace el trabajo sola.
Además, empezamos a ver cómo los órganos no solo cumplen funciones propias, sino que también participan activamente en el procesamiento de nuestras emociones y percepciones. La mente está distribuida por todo nuestro cuerpo, la mente como combinación de todos nuestros órganos. Esta revolución científica resalta la interdependencia del cerebro con otros sistemas corporales. Este hecho demuestra que funcionamos de una manera más compleja de lo que creíamos. Por este motivo, es que la ciencia va estudiando de a ejes, por el momento destacando tres principales «ejes de conexión»:
- Intestino-cerebro: El intestino, conocido como el “segundo cerebro,” regula aspectos de nuestro estado de ánimo y bienestar emocional a través de la microbiota.
- Corazón-cerebro: El corazón también envía señales que influyen en nuestra identidad y en el procesamiento emocional.
- Respiración-cerebro: La respiración, en particular la nasal, mejora la memoria y la atención, siendo una herramienta de regulación inmediata para la mente.
Esta interconexión implica que el cuerpo es una parte integral de la mente, y que nuestras emociones y pensamientos están influidos por todos estos sistemas.
La experiencia subjetiva: cada individuo es un universo
Otro aspecto fundamental de esta nueva neurociencia es la subjetividad de la percepción. Ahora sabemos que cada persona experimenta la realidad de manera única, como si cada percepción fuese una “huella digital.” Diversas variables, como nuestras emociones, memoria, cultura y experiencias previas, influyen en cómo interpretamos el mundo. Esto representa un cambio enorme para la ciencia, que ha comenzado a estudiar la experiencia individual en primera persona, integrando factores como trauma, postura y emociones en la construcción de nuestra realidad.
La insula: el yo y la integración cuerpo-mente
Un área clave en esta integración es la ínsula (parte de la corteza somatosensorial), la región del cerebro que fusiona señales internas (órganos) con la arquitectura corporal más lo que pasa fuera y el estado mental y emocional. Además de participar en la percepción del “yo” en relación con los demás, la ínsula nos ayuda a definirnos, a diferenciarnos de los otros. Es lo más parecido ala idea del yo. También es la que nos permite habitar nuestro cuerpo, sentirnos en nuestro cuerpo. Por eso, la ínsula es esencial para nuestra autoestima y bienestar emocional. Al ejercitarla con meditaciones y respiraciones, podemos fortalecer nuestra identidad y la experiencia de ser nosotras mismas.
¿Cómo afecta esto a nuestro bienestar?
El fin del cerebro-centrismo resalta la importancia de nuestras elecciones de estilo de vida y de la necesidad de congruencia entre todo el organismo. Dado que el cerebro y el cuerpo están en comunicación continua, nuestras prácticas diarias (como la alimentación, el movimiento, la respiración y la postura) tienen un impacto significativo en nuestra salud mental y emocional.
En este otro artículo puedes leer más sobre cómo lograr la congruencia entre todas nuestras «partes».
En mi opinión, esto nos abre muchas más posibilidades a la hora de ayudar a las personas a sanar. También nos lleva hacia terapias mucho más integrativas donde no vemos a la persona de manera separada, por un lado el cuerpo y por otro la mente.
En mis terapias utilizo toda esta información actualizada para trabajar en lo que tú necesites. Si quieres una sesión, escríbeme.
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